Comunidad inclusiva por Jorge Andrés Forero

Debemos iniciar estableciendo qué es una comunidad inclusiva; es aquella que reconoce que todas las personas tienen el mismo valor, sólo por la condición de ser humano. En una comunidad inclusiva no se debe presentar diferenciación entre las personas por su cultura, género, raza, orientación sexual, política, religiosa, condición económica, legal; entre otras.

El pensar en que la sociedad colombiana sea inclusiva, puede llegar a ser utópico y, aunque el gobierno ha mostrado grandes avances en este ámbito, el camino por recorrer aún es muy largo.

Es necesario comprender que ninguna institución puede garantizar que logremos comunidades inclusivas; pues lo que conforma a una comunidad son las personas, no las instituciones. Podemos legislar a favor de los grupos en vulnerabilidad de discriminación (como ha ocurrido con las comunidades indigenas y afrodescendientes), pero hasta que en cada uno de los individuos de la comunidad reconozca y respete el valor del otro como ser humano —con los mismos derechos y deberes, con las mismas virtudes y falencias— no podremos superar la discriminación.

Este es un flagelo se presenta en cualquier lugar; sin embargo, uno de los sitios en los que se debe mitigar con urgencia, son las instituciones educativas, pues en ellas, se encuentran los jóvenes y niños que dirigirán el país en un futuro. Es por esto que la Corte Constitucional dictó la sentencia T-565/13, que vela por la protección de la orientación sexual y la identidad de género en los manuales de convivencia escolares, en la medida que cada individuo tiene derecho al libre desarrollo de su personalidad.

El reto de crear comunidades inclusivas aumentó con el auge de las nuevas tecnologías de la información y comunicación; en especial, las redes sociales, pues a menudo se emplean estas plataformas tecnológicas como medio para la agresión, el maltrato verbal y psicológico. Debido a las redes sociales, el alcance de los abusos es mayor, dado que las víctimas sufren de estos actos frente a toda la comunidad online; por lo que ejerce mayor presión social sobre el joven. El peligro de las redes sociales es cómo se viraliza y como el que agrede se escuda detrás de una pantalla.

En la medida que protejamos a los menores del abuso, la intimidación y la discriminación, podremos soñar con un país mejor. Un país en el que podamos vivir una verdadera paz, que sobrepase cualquier conflicto armado, una paz que emane de cada uno de los ciudadanos, una paz que se alimente del respeto hacia el prójimo.


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